Siempre he pensado que el antagonista de una novela es igual de importante que el protagonista.
Construir un buen antagonista es difícil. No es suficiente con que sea “el malo”. Un malo absoluto no resulta creíble, porque nadie es malo porque sí, en todas las circunstancias y sin resquicio de humanidad. Por definición, el antagonista de una novela es el que se opone a los deseos del protagonista, el que trata de impedir que éste resuelva su conflicto. Pero debe tener un motivo para ello. Y creo, además, que un buen antagonista debe tener alguna característica que resulte atractiva para el lector.
Horemheb es el antagonista de La peregrina de Atón. Como el resto de los personajes de la novela, es una figura histórica. Fue el último faraón de la XVIII Dinastía y se cree que gobernó Egipto durante 27 años, entre el año 1323 y el 1295 a.C. Su nombre aparece por primera vez durante el reinado de Akenatón, época en la que fue comandante de las tropas y líder del ejército. Los historiadores creen que él y el visir Ay gobernaron en la sombra durante el reinado de Tutankamón. A la muerte del joven monarca, primero Ay subió al trono de los faraones y, a su muerte, lo sucedió Horemheb. Su esposa fue la reina Mutnodjemet, la hermana de la célebre Nefertiti.
Hasta aquí, más o menos, llega la historia. ¿De dónde vino mi decisión de convertirlo en el antagonista de La peregrina de Atón?
Lo cierto es que, en mis planes iniciales, “el malo” era el visir Ay, de quien sospecho que tuvo una relación bastante turbulenta con su hijastra Nefertiti. Sin embargo, cuando apareció el personaje de Iltani y acabó por hacerse con la historia, enseguida me di cuenta de que necesitaba a otro antagonista. Alguien que estuviera vinculado con el conflicto principal de Iltani, que no es otro que ser aceptada y respetada como mujer.
He imaginado a Horemheb como un maltratador con claros rasgos de sadismo. Las causas se remontan a su infancia. El propio Horemheb cuenta que escapó de casa de sus padres para unirse al ejército. Probablemente su padre también fuera un maltratador que abusaría de él y de su madre. Como adulto, Horemheb necesita ejercer un poder absoluto sobre su esposa para sentirse afianzado como hombre.
A pesar de sus rasgos negativos, he querido que Horemheb tenga rasgos de humanidad. Le he imaginado fiel a su amistad con Akenatón y he querido que el lector sienta una cierta empatía por su compromiso con defender al faraón herético. También es cierto que, desde el primer instante, Horemheb acepta a Iltani como mujer. Nunca, ni en sus momentos de mayor crueldad, le niega su feminidad.
Por último, he imaginado a Horemheb como un hombre muy atractivo, con un físico poderoso y un enorme magnetismo. Iltani se enamoró de él desde el primer instante en que lo vio. Tengo que decir que este personaje me persiguió en sueños durante el año entero que estuve trabajando en La peregrina de Atón.
Así, hermoso y sádico, lo ha visto también mi amigo Dani, el autor de la imagen que acompaña este post. No os perdáis su Instagram: @Dani_vikingo_artwork. Gracias, amigo, por ponerle cara a este hombre que hasta ahora solo vivía en mi imaginación.
¿Qué pensáis vosotros? ¿Hay algo que os resulte atractivo en el personaje de Horemheb? ¿O es simplemente odioso?
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